miércoles, 23 de mayo de 2018

QUE NO LO LLAMEN VEGANISMO por Beatriz García Serrano

Hace unos días leía una noticia (o como sea que se llame a los reportajes de la prensa amarillista) sobre Meghan Markle, la ex actriz y ya cónyuge de Henry Charles Albert David. El titular decía así, “La dieta de Meghan Markle: es vegana de lunes a viernes”. Cuando lees el artículo, no puedes salir de la sorpresa que te causa ojear frases del tipo “…intento ser vegana durante la semana y tengo un poco más de flexibilidad los fines de semana…” El texto no duda en recoger información supuestamente relevante, vinculada y avalista de la autenticidad de su Veganismo, a tiempo parcial eso sí, como que practica yoga y pilates, come mucho hummus, zanahorias y zumos verdes. No se me ocurren garantes más tópicos, ficticios y gastados.

En esto del Veganismo se ha venido dando una dualidad de posicionamientos cuanto menos curiosa, pasa de ser peligroso, de ser eso que mirar de reojo y con reprobación, a convertirse en una moda que practicar como considere cada cual, y hacer en su nombre dietas de todo tipo, muy modernas, llenas de alimentos carísimos, que desintoxican no sé cuantos órganos, combinado con yoga, por supuesto y mucho hummus o tofu, según el día.

En cualquier caso, el Veganismo es vilipendiado y desposeído de su valor central, esto es, que no hablamos de un tipo de alimentación, o a un estilo de vida, sino a un imperativo moral. Es por tanto, un principio, no una práctica.

El Veganismo aborda la relación entre los seres humanos y los demás animales. En concreto, trata sobre la relación de dominación y sobre cómo destruirla.
Es decir, que el Veganismo no tiene ninguna vinculación con cuestiones relativas a nuestra salud, ni el medio ambiente, ni sobre cualquier otro tema que no se refiera a la relación moral entre humanos y animales, y al absoluto rechazo a que esta relación se base en la opresión y la explotación. Es más, el Veganismo no sólo rechaza ese uso, sino que promueve de forma activa la liberación animal, la cual es su finalidad.

Vegana no significa sólo la práctica de una alimentación basada en productos de origen vegetal, sino que, se lleva a cabo por respeto hacia los animales no humanos. Es incorrecto hablar de dieta vegana para denominar sólo una dieta puramente vegetal si no está determinada por el principio del veganismo. Es más, centralizar el Veganismo en la salud distrae la atención sobre la auténtica cuestión que es el especismo y la explotación de los animales.

Si admitimos que el hecho de ser vegana es una cuestión que pertenece a lo privado, y que es, por tanto, una decisión personal, estamos aceptando el actual sistema de explotación animal, dándolo por válido, dejando a criterio individual el participar de forma más activa o menos activa en su sostenimiento. Además, si lo reducimos a la esfera particular, estamos evadiendo que la explotación animal está íntimamente ligada a las estructuras sociales, evitando abordar su enorme contenido político. Desde el Veganismo es absolutamente imprescindible hablar de la politización del sufrimiento, convertir en lucha y en causa, el dolor. No se persigue la liberación animal por una cuestión meramente de compasión, es la justicia fundamental la que nos mueve.

Beatriz García Serrano
Activista Vegana
Madrid



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