martes, 10 de abril de 2018

LA TINTA ERA ROJA por Beatriz García Serrano


El animal que va a morir en menos de un mes no tiene nombre, tiene los ojos claros, el pelo encrespado y la piel fina, tiene una mancha pequeña en la oreja izquierda. Le gusta el tacto de su madre cuando le acaricia con el morro y le lame para limpiar su cuerpo, sabe que es ella por cómo le mira.
El animal que va a morir cumple hoy un día de vida. Ya se pone de pie y mama con avidez la leche de su madre. Le temblequea el cuerpo porque hace frío, y por eso se acurruca bien pegadito a su mamá, notando el calor de su aliento y el suave cosquilleo de su lana. 
El animal que va a
morir ha descubierto hoy que puede quedarse de pie más rato que ayer. No quiere
perder de vista a su madre, y se nota que ella tampoco, por eso le sigue a
todas partes. No se atreve a irse lejos de su lado, aunque también quiere ver
cosas nuevas. Ha hecho un nuevo compañero de vida, es muy parecido a él. Está casi seguro de que tampoco tiene nombre, parece un poco más mayor y tiene un montón de tinta roja en su espalda. Será un adorno, piensa. Muchos de sus amigos lo tienen también. Por un momento se siente triste porque él no lleva su cuerpo pintado como ellos. Pero entonces mira a su madre, y se acerca a ella, mimoso, se deja acariciar, lamer, se tumba a su lado y se duerme tranquilo. Nada malo pasará mientras ella esté aquí.
El animal que va a morir no entiende porqué no pueden salir del sitio donde viven, y no se siente cómodo cuando vienen ellos, no sabe el motivo por el que a veces se llevan a algunos de sus amigos y sus madres lloran muchos días. Se siente triste por ellas y piensa en la suerte que tiene de poder estar con mamá.
El animal que va a morir se siente hoy orgulloso, por fin le han pintado en la espalda, eso debe significar que ya es mayor. No le ha gustado cómo le han sujetado ellos, no son cariñosos y le han hecho un poco de daño, pero a pesar de eso ya tiene su tinta roja como todos.
Le encanta oler a mamá y reconocerla entre el resto. Juega tranquilo con algunos de sus amigos, bebe la leche tan rica de su madre y duerme junto a ella.
Cuando ellos entran allí todo se vuelve tenso, vienen bastante a menudo y se llevan varios amigos, sus mamás balan y lloran, pero no entiende qué pasa. Solo siente miedo y se refugia en la lana de su madre. Ella se pone triste, él le lame la cara para que se ponga feliz, siempre pasa y a él le encanta tener ese poder.
El animal que va a morir aún duerme tranquilo cuando un ruido fuerte le despierta, como un golpe de la puerta, entran ellos, ya están allí otra vez. Mamá se pone muy nerviosa, le lame, bala, gime. Él le lame la cara, siempre funciona, pero esta vez no. De repente uno de ellos ha sujetado sus patas de atrás, le da la vuelta y le saca de allí, llama a su mamá y llora. Tiene mucho miedo. Su madre grita. Él grita. Pero ¿es que nadie les escucha?
Le hacen daño. Sus manos aprietan sin delicadeza. Fuerte. Hay más amigos allí cuando le meten a él. Es un sitio muy raro, frío, de metal. Saca el hocico por uno de los agujeros de aquel lugar, bala con todas sus fuerzas, ¿qué pasa? ¿Qué está pasando?
El sitio donde están se mueve, algunos se caen, se hacen daño. Todos gritan, alguno está tumbado en el suelo y no se mueve. De repente una luz muy cálida entra por uno de los agujeros, es reconfortante, no la había visto antes, le gusta, pero enseguida se acuerda de su madre y se siente triste de nuevo.
Se para. El ruido y el movimiento se paran por fin. Se abre una puerta grande, y allí están ellos. Algo no va bien. Les bajan a empujones y golpes. Le hacen daño. Intenta volver a subir al sitio de antes, tiene que volver con mamá, estará muy preocupada.
Acaban de sujetar por las patas a su compañero de delante. Uno de ellos se acerca a él y hace lo mismo. Duele mucho. Le atan las patas y de repente todo lo ve del revés, está colgado y puede ver al resto igual.
El animal que va a morir, aún no lo sabe.
Allí todo es tinta roja, ya no le gusta, cierra los ojos.

Beatriz García Serrano
Vegana Activista, Madrid.


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